Desde el apropiamiento y la posterior manipulación de diversa iconografía asentada en el imaginario popular, en este caso de los dibujos animados, el artista Miguel Ángel Fúnez plantea una pieza que es una muestra de realidades seducidas por la ficción. Un relato que no sólo tiene en cuenta los objetos del prodigio, sino también los sujetos de la admiración y del asombro, e incluso los del rechazo visceral y los del asco. Esta obra forma parte de una serie que protagoniza un “Horror vacui” contemporáneo de todo aquello que no puede ser, que existe y no existe al mismo tiempo, que nos asusta y nos seduce, nos tiene y nos entretiene empujándonos a imaginar otros mundos distintos al nuestro.
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